La Flor de Coleridge: TrazHOmenaje 01 de la Historieta Argentina

La Flor de Coleridge

TrazHOmenaje 01 de la Historieta Argentina
(publicado en Agujero Negro Digital)
Motivado y acicateado por mi amigo Isaac (desde Casa de Jarjacha primero y de Agujero Negro digital después) me aproxime por aquel entonces a los diversos soportes en que se expresan los creadores de los géneros de nuestros amores, y comprobando que la mayoría de los comentarios, reseñas y análisis sobre historietas correspondían en lo fundamental a la producción USA, a la japonesa y algo a la europea, me decidí a recorrer ese universo de sueños plasmados por los autores e ilustradores argentinos, que se acumulan en capas sucesivas durante varias décadas dignas de ser exploradas sin pausa y con placer; me propongo comentar una vez quincenalmente alguna de dichas creaciones, porque siento que están sometidas a un olvido similar al que nos aplican por periféricos los poderes imperios en otros temas, cuando su calidad es genial y muy superior al promedio de la producción de USA y Japón y comparable con el nivel de la francobelga, británica e italiana.

El nombre de la sección funciona como un anagrama múltiple que se estira en tres dimensiones: con destino a lo gráfico mediante los trazos entregados, hacia la recuperación de la memoria trayéndola consigo a través del homenaje y menaje por el equipo de conceptos, referencias, imágenes, recuerdos, emociones y relaciones con que emprendo el viaje permitiendo que se disuelva el tiempo transcurrido para gozar en el presente de esas obras escamoteadas.

Empezaré con “La Flor de Coleridge” (publicada en Skorpio), comentando página a página esa historieta con guión de Guillermo Saccomanno, tan militante y hermoso que uno aplaude el tema y se solidariza con los acontecimientos pero sin perder en ningún momento la emoción, y recurriendo al trazo de “Tintafina” como suelo denominar en mis degustaciones comiqueras a Cacho Mandrafina, el artista ilustrador, digno dibujante que con un uso magistral del entintado y la disposición del espacio en las viñetas, unidos a que se manifiesta como letrerista eximio (manifiesto en las viñetas de las páginas uno y dos) pasa a ser uno de los
maestros en el uso de la tinta china de esas añoradas ediciones que tanto nos ofrecieron bajo los sellos de:
Abril & Yago (Misterix, Rayo Rojo),
Record (con Skorpio, Corto Maltés, Pif-Paf, Tit-Bits),
Columba, que hasta tiene canción de Calamaro (con El Tony, Intervalo, D'Artagnan, Fantasía, Aventuras, Nippur Magnum),
de la Urraca (con las potentes Fierro, El Péndulo, Humor, Superhumor, Cazador),
pero sobre todo Frontera de Oesterheld con su homónima y Hora Cero donde sucede esa clásico inolvidable “El Eternauta”que varias generaciones llevamos en el corazón.
Desde el título y la diagramación de las páginas 3 y 4, la historieta evoca lo que desea transmitirnos: la situación que se vive y la intensa persecución entrecortada y jadeante por los retorcidos callejones de la Casbah, -es inevitable que evoquemos “La Batalla de Argel” de Gillo Pontecorvo y nos embarquemos en rememorar datos y sucesos de esa extraordinaria hazaña que significó la rebelión argelina que terminó por expulsar a los franceses del territorio magrebí-; 
el conecte entre acabado de las viñetas y palabras claves repercute por su potencia en la comprensión del acontecimiento, que queda rubricada en las miradas de los testigos,
 O en el acercamiento a los rostros de los torturadores y del sospechoso en la página cinco, tanto que casi permite tocar las imperfecciones en la epidermis de sus rostros, captando el carácter y su vida interior a la manera de una prescripción frenológica;
  La seis es un flashback detallado de los acontecimientos que se abren en la introducción y retroalimenta en nuestra mente las aproximaciones temáticas que construimos al inicio, ese refuerzo será importante para la ubicación sociopolítica (las investigaciones de Franz Fannon y “Los Condenados de la Tierra” y Samir Amìn por ejemplo con El desarrollo desigual, ensayo sobre las formaciones sociales del capitalismo periférico y La desconexión, hacia un sistema mundial policéntrico) y para recargar las sensaciones que derivan de los mecanismos de humillación y destrucción del yo colectivo que ejercen los militares sobre el sospechoso -no abandonamos en la memoria lo ocurrido en América Latina, en África, en Asia, nos mundializa en las técnicas que transmitidas por el ejército USA en Fort Bragg o campamentos similares de instrucción fueron la base para el “tratamiento con que apremiaban” a los izquierdistas que luchaban por la independencia de sus naciones durante un largo período cuando eran atrapados para extraerles información-, técnicas que continúan vigentes en Iraq o en Guantánamo, o otros muchos lugares.
En las siete y ocho ejecutan las técnicas destinadas a quebrantar su voluntad, es la primera vez que el torturador subalterno descruza los brazos, hasta ese momento se mantenla en reserva cual si tratara de evadir el compromiso con la tortura, también es el momento en que el lastimado emprende un viaje a su interior que recuerda, como no, el de los personajes Sam Lowry y Harry Tuttle en Brazil, la distopía dirigida por Terry Gillian, irse al interior de sus ensueños íntimos para evitar delatar a sus compañeros por medio del recurso del amor, 
 La ocho además, siendo en cierta forma reiterativa, trae una sensación de fracaso, de cansancio, representa la inflexión que nos conducirá al resultado final, lubricando el transito de los torturadores hacia una “pausa que refresca” para entre un momento de arrancar uñas, atizar patadas y abofetear, y el siguiente; 
En la nueve mientras los oficiales agotados por la aplicación de dichas medidas con “alto perjuicio” sobre el cuerpo del interrogado beben cerveza, este se marcha a su encuentro con la libertad interior que significará su escape de la situación de dolor y zozobra en que mora gracias a un pensamiento de Coleridge concretado mientras deambula por su dolor,
 En la la diez se expresa la sorpresa de la gendarmería del pensamiento ante la intrusión de la flor (probablemente una azucena que representa el corazón que entrega el rebelde Kader a su causa, la inocencia que expresa el sentimiento de liberación de la tiranía , el pudor que siente ante su estructura física lacerada y menoscabada por la tortura y la delicadeza frente a la seguridad que su silencio otorga a sus compañeros y compañeras) que deviene en objeto fantástico-poético, que proviene de un mundo mental, onírico o como sea, al cual sólo puede acceder el perseguido, pero que no se encuentra al alcance del poder, es entonces la poesía y la fantasía reivindicando el espacio de la libertad (idea vinculada a uno de mis microrelatos sobre el Imperio Decadente: Línea de Poesía).
Como remarcaba al inicio, un guión donde desde un mundo paralelo se entrega en un intercambio quizás no equivalente, la flor de la frase -“Si un hombre pudiera atravesar el paraíso en sueños y hacer que le obsequiaran una flor como prueba de que su alma estuvo realmente allí, y si al despertar se encontrara con la flor en la mano, ¿entonces qué?”-, a cambio de los 18 gramos del alma, y yo agregaría “como cierre: sublime... ¿no?”.

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