Qoyllur: Aporte a la historia temprana de la ciencia ficción en Perú


Qoyllur, ese hermoso intento: Recordando con nostalgia 


Cuando un amigo me reto a escribir sobre ese intento de asociación dedicado a la ciencia ficción y en menor medida a la fantasía y al horror, que nuestro grupo mantuvo activo bastantes años, me pareció que recordaba una melodía que se desvanecía y en seguida me acorde de Polilla Lunar, un relato de Jack Vance donde el protagonista describe los instrumentos musicales con los que practica en su casa flotante: uno de los cuales el zachinko: pequeña caja de resonancia, con teclas que se tocaban con la mano derecha, la presión hace pasar el aire por lengüetas situadas en las teclas mismas, produciendo un sonido similar al de la concertina parecía sintetizar ese esquivo sonido. 

Estas primeras líneas -ricas y exuberantes en las rescatadas de Vance- muestran lo que uno puede esperar de la ciencia ficción, pero no lo que podíamos esperar quienes nos agrupamos en esa que fue una deliciosa experiencia. En realidad el proceso venía de mucho tiempo atrás, de una amistad que se mantiene inmarcesible entre nosotros, es cierto que los furiosos debates vinculados al horizonte político del país la han abollado y plagado de grietas y rajaduras, pero se mantiene, aún para los que no quieren verla. 

No es casual que aparezca Jack Vance, lo que ocurre es que antes de Qoyllur existieron revistas y webs que congregaron a otras personas, eramos como los ogros que siguen el olor a carne humana (según el historiador Marc Bloch asesinado por esos nazis tan incrustados en el tejido de la sociedad europea - "El buen historiador se parece al ogro de la leyenda. Ahí donde olfatea carne humana, ahí sabe que está su presa" - y advierto no enganchado con los orcos de la saga del Señor de los Anillos), en nuestro caso era el aroma a ciencia ficción que llevábamos impregnados, lo que nos ayudaba a identificarnos y nos identificaba. 

Fue como jugando que se concertaron las voluntades de varias personas: el ingeniero de petróleos, el traductor y estudiante de literatura, la artista-escritora y su esposo el geólogo, el abogado-periodista, el ingeniero-tecnólogo, el sociólogo-educador, tanta vida junta vibraba, relucía, era capaz de apabullar y de resonar. Y de atraer a otros como la luz atrae a las falenas. 

Las experiencias de Agujero Negro y de Ciencia-Ficción Perú y luego de Velero25 (de allí la referencia a Vance) fueron invaluables para que ese proceso floreciera y se concretara. En mi caso me sentía como si mis manos tuvieran el poder de condensar sonidos y componer canciones tal era la alegría que me impulsaba, por ese tiempo aprendí a estarlo de manera continua, y esa emoción la conservo aún, por eso siempre en mi mente se mezclan la ciencia-ficción y las enseñanzas de mi madre sobre como tratar y relacionarme con las demás personas. 

No me toca rescatarlas, pero creo que Velero25, Candor Chasma, Casa de Jarjacha y las demás iniciativas que acompañaron al que hacer de Qoyllur merecen algo más que quedarse en el recuerdo, sería una de las tareas que les corresponderían a las nuevas generaciones de amantes o aficionados, sean lectores o escritores o que realizan cualquiera actividad artística con la CF. 

Si podemos aceptar a los robots, los mutantes y a los ET como nuestros iguales en derechos (estoy recordando la Cultura, esa magnífica creación de Iain Banks donde coexisten especies, inteligencias artificiales, androides, y hasta artefactos de sobrevivientes de otros big bangs siguiendo la teoría pulsátil del Big Crunch) nos mantenemos optimistas, aunque sin perder de vista la realidad, así que... 

¿porque extraviarnos en los laberintos de odio que generan los codiciosos monarcas de la corporatocracia de los “mil millones de oro” (aunque existe un costado militarista y racista en la CF, minoritario y plagado de aversión a la convivencia y la solidaridad, pero que no representa a la humanidad sino a una de sus desviaciones enfermizas), por eso nuestros propios hogares acogieron los encuentros, los debates, las ideas, las imágenes, los textos, las emociones, las publicaciones.


En algunos momentos nos leíamos mutuamente nuestros párrafos, los corregíamos y los publicábamos (diversas webs y blogs irían brotando como si Qoyllur fuera un rizoma arborescente que alimentaba las publicaciones en la red, hay que recordar que existían otros como Desde Afuera, Web de Yelinna Pulliti, Web de Adriana Alarco), elaborábamos videos, y hasta programas de TV. Nos reuníamos en lugares que al revisarlos parecen insólitos: Vivanda (aún conservo la tarjeta que ya no puedo usar por descontinuada), y varios restaurantes en Lince y Miraflores, de los que sin duda el preferido fue Mi Chifa, en la avenida Arequipa. 

Seguían llegando más miembros, era frecuente en las ferias (FIL y otras a nivel local y universitario) que nos identificáramos e invitáramos a los recién encontrados a los reuniones: siempre el último sábado del mes en la tarde, que se sabia cuando empezaban pero no cuando podían acabar.

Y así fue como aparecieron un comiquero con muchos contactos internacionales y nacionales al cual visitábamos en su tienda repleta de comics, un par de informáticos de polendas, uno de ellos vinculado al proyecto del ascensor espacial del cual ya nos habló Clarke en “Las fuentes del paraíso”, otro informático que nos recibía con su esposa y sus hijitas en su piso miraflorino, etc. 

Así eramos, muy diversos, pero dispuestos a embarcarnos en la aventura de recorrer el espacio sin levantarnos de los sofás, y seguían llegando: un literato de la Villarreal, una hermosa escritora que rezumaba poesía, escritores extranjeros: colombiano uno, belga otro -y siempre presentes en digital los contactos españoles con quienes llegamos a realizar conferencias y argentinos con quienes cruzábamos e-mails, compartían las conversaciones y las apasionadas propuestas. 

Quizás no se sumaron en ese orden exacto, pero lo crucial fue nuestro encuentro con un médico cubano formidable, que empapado de espíritu trascendente y repleto de entusiasmo fue además una especie de mentor, que nos congregaba en su casa con algo que fue sustancial: con almuerzo, para dedicarnos tras yantar a conversar acaloradamente sobre nuestros temas favoritos, ver videos o ppt, compartir los contactos que habíamos hecho en el mes, comentar las lecturas realizadas, las películas espectadas, los libros recibidos, las revistas exploradas, y durante un período el horizonte fue amable y con productos esperados si manteníamos el impulso. 

Sin embargo, un grupo tan variado y con gente que asistía a un par de reuniones y luego no retornaba, requería un atractor que concentrara y evitara la dispersión, fue así como surgió la idea de un Concurso que abriera a aficionados de América Latina y España la posibilidad de participar en una iniciativa que tendería a expandirse, que tenía webs para difundir y hasta dinero para ofrecer un pequeño premio a quienes resultaran triunfadores. 

Abrigados en la actividad y ciertos logros nos enlazamos o potenciamos las relaciones que ya teníamos con otros países, fue una época con muchas satisfacciones, Axxon, Cuasar, Alfa Eridiani, Fobos, Sadrac, Sinergia, Sitio, eran palabras cotidianas y con mucho contenido en nuestras reuniones (aunque varias ya cerraron), algunos empezamos a publicar y la fortuna parecía sonreirnos, es cierto que hasta en dos ocasiones lanzamos el concurso y tuvimos éxito, pero parece que las instituciones tienen sus ciclos y que cumplidos cae inexorable la guadaña. 

Por si acaso, tuvimos comité directivo, con cargos, incluido presidente, esgrimimos estatutos, tratamos de legalizar a Qoyllur, tuvo su logo (que la hermana de uno de los miembros, el comiquero, nos regaló y entregó con gracia y belleza), se incursionó en lo legal, se pugnó por mantenerla viva, pero algo invisible sucedió bajo la línea de flotación que impidió salvarla, eso que torpedeó el buque que nos llevaba a las tierras incógnitas de la CF fue acaso definitivo.

A veces creo que vinculado a la política nacional con la cual frecuentemente tropezábamos como si fuera Ouroboros, esa serpiente que se traga a si misma, o un cansancio que se filtró en nuestras vidas sin que pudiéramos identificarlo, quizás relacionado con el olvido de esa otra historia, asquerosa y depredadora, que nos ha colgado del pescuezo la derecha bruta y achorada encabezada por los fujimoristas.


Hoy, Quyllur es como el enorme cadáver de varios kilómetros del Dios, judeocristiano que se pudre entretanto los tiburones le arrancan a mordiscos jirones de piel, grasa y músculo de las nalgas, brazos, piernas y espalda, mientras lo llevan a su tumba helada en el Ärtico, durante la novela “Remolcando a Jehova” de James Morrow, para cerrar esta remembranza con una imagen desmesurada propia de la CF.

Justificación y Pinacoteca

Enormes cambios borbotean por doquier, así como Turquía es ahora Turkiye, India desde inicios de la semana es Bharat, cambios de nombre que expresan la voluntad de los pueblos sojuzgados por Occidente colectivo (para incluir a Japón, Australia y Nueva Zelanda) de tomar en sus propias manos la conducción dela vida de sus países. Percatado de semejante impulso creativo salté a la historia de la ciencia ficción peruana y decidí colocar mi pica en ese Flandes que en ocasiones olvido demasiado rato, recuperando este artículo ya longevo. 

En cuanto a ilustrarlo la opción emergía nítida de inmediato, ya que quién mejor para representarnos que Boris Vallejo, sus cuadros son soberbios y hasta majestuosos y repletos de imaginación, eso si quedaré endeudado con los nombres ya que su popularidad conduce a la paradoja que lo reproducen por doquier pero sin sus atributos con harta frecuencia, que les sea leve y agradable cual tisana endulzada con miel.



Comentarios

  1. Muchos recuerdos de Qoyllur. Pensar que ya pasó tanto tiempo. Y tratándose de ciencia ficción peruana Boris Vallejo es, sin duda, el ilustrador más propicio.

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    1. Tras ese comentario no sólo me sentí contento sino satisfecho, mil gracias

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