Robert Sawyer y Paralaje Neandertal o el fast food de la ciencia-ficción

Algo de historia no queda fuera de lugar con este rescate, consternado ante la habilidad de un escritor tramposo, que pudo ser (estoy pensando en una honrada ópera espacial como "Starplex"): continuador de la corriente clásica y pilar de emprendimientos novedosos antes de convertirse en franquicia condimentada con exquisitez y brulote contra quienes introducen andamiajes críticos y ráfagas de originalidad sustentadas en cuestionamientos auténticos respecto a ciertos temas religiosos (El Cálculo de dios), problemas técnicos de la inmortalidad: El experimento terminal) o de comunicación con alienígenas (Vuelta atrás). Me encanta que pelea por su ideología proclive al capitalismo con un estilo fluido, rico, plagada de referencias y sustentado en sólida investigación, por eso esgrimo mis propias armas contra su aporte, ocasión para desnudar cierta musculatura embaidora y pugnar contra la corporatocracia internacional, a la cual se arrima en lo ideológico Robert Sawyer.

Así que siendo probable que mi comentario levante roncha a los lectores entusiastas del canadiense me apoyo en que también conozco que una hueste numerosa de disgustados lectores críticos comulgaran con lo proferido. 

Con frecuencia Sawyer presenta una situación jugosa realmente estimulante, como la bisexualidad de los Homo neanderthaliensis pero en lugar de explorar sus múltiples ramificaciones, una vez presentada la idea se ocupa sistemáticamente de obturar sus posibilidades revistiéndola de una malla de convencionalismos y fruslerías que la ahoga, es como si dijera: ya está la ruptura que maravilla, ahora ocupémonos en coserla y limarle las aristas para tornarla digerible para todos los estómagos (lo cual es una técnica bestsellera) y así convertida en bocado predigerido para conformistas adormece las mentes que acaba de fustigar. 

Los leyentes tras ser sacudidos por el escándalo (que le otorga envergadura y deja las suficientes huellas para que se perciba la intención, pero cubierta de una patina de profundidad crítica) son reconciliados con su mundillo ideológico retrógrado sugiriendo que después de todo somos muy parecidos, los Homo neanderthaliensis han actuado con nuestros perjuicios, no son muy distintos y podemos aceptarlos.
 
Para realizar tal obra de birlibirloque se requiere una gran inteligencia (que no le escatimamos) y un olfato comercial apreciable para elegir la temática y presentarla de manera atractiva. Ese es el mérito principal de Sawyer: darnos gato por liebre y encima obligarnos a decir: no interesa la calidad de la carne, sino el sabor de la salsa con que la presentas, que es casi lo mismo desde el ángulo del consumidor a: no importa que me engañes, con tal que me entretengas y ante lo farragoso o lo dilatado que pueden ser otras obras del género es de agradecer, pero eso no lo coloca en el pedestal de los elegidos, de los maestros, como pretenden algunos aduciendo a su claridad didáctica. Basta comparar la impactante dureza de REMOLCANDO A JEHOVÁ con la blandura acomodaticia de EL CÁLCULO DE DIOS para sentir diferencias esenciales en obras que abordan temas similares. Escribe para complacer a una gama amplia de posibles votantes y compradores, como político o competidor para los premios de ciencia-ficción.
 Veamos: como divulgador de la ciencia ofrece las diferentes versiones de un concepto, proceso o acontecimiento (que pueden ser contradictorias o divergir en algunos aspectos pero coincidir en otros) pero de manera sutil, nunca tosca, es necesario recalcarlo, agrega una opinión basada en algún dato, interpretación o argumentación que suele orientar al lector hacia la posición siempre más conservadora, aquella que sostiene el status quo del paradigma científico newtoniano-cartesiano, su jugada le permite así presentar los diferentes argumentos para asegurar la aprobación de las personas flexibles, y al introducir la corrección orientadora también la de los preservadores y hasta de los rígidos. 

 Estudiante aprovechado del marketing (no estamos en contra de ganar dinerillo escribiendo, pero recordando que es un arte) se mantiene en permanente búsqueda de ampliar el impacto de su literatura; no cabe duda del esfuerzo efectuado, lástima que sea para reforzar el sistema de poder vigente en el mundo científico y editorial. Eso no es cuestionable de por si, ya que cualquiera puede adherirse a alguna de las corrientes vigentes o en disputa en la actualidad, lo que enerva de Sawyer es que so capa de objetividad y hasta de tolerancia, termina llevando agua para el molino del bloque de poder, preferimos mil veces la claridad del maestro Poul Anderson (carca digno, a quien podemos querer, estimar, respetar, que no se oculta tras cortinas de engaño ni finge ser lo que no es) o la militancia del sorprendente China Mieville (rearticulador de un cierto discurso social marxista que según muchos estaba extinguido) que se presentan ricas, desembozadas y sin dobleces.

A pesar del bagaje tecnológico de ambas sociedades, sapiens y neanderthalis, que divergen en aspectos sociales sustantivos, el enfoque científico en ambas es absolutamente atómico. Lo que torna apetecibles muchas de las disquisiciones es la desconexión que reina entre las elecciones tecnológicas y sus, con frecuencia, terribles consecuencias, así casi todo queda igual en ambos mundos para que pueden observarse los cambios motivados por una sola diferencia, en el viejo estilo controlado de algunos maestros del pasado, quizás por eso le adjudican lo de clásico y didáctico.

 Una de las veces que hemos diferido en profundidad de las presentaciones de Miquel Barceló ha sido en este caso. No comprendemos los cohetes que se elevan y estallan protegiendo con un domo centelleante de laudatorios comentarios sus con frecuencia insípidas novelas. Llaman a su trilogía ciencia-ficción antropológica, Silverberg, Farmer y Vance exploraron con frecuencia esa ruta, pero lo que allá aparecía como compromiso en Sawyer es sólo finta y devaneo, un embozado conservador, por eso nos molesta que lo comparen con Asimov, porque Isaac era un liberal honesto.
Su prosa cuajada de lugares comunes que permiten identificación con las peripecias y proporcionan un andamiaje familiar a quien descifra sus secciones, pero que los aplatanan y terminan por diluir la sensación de maravilla que debe fluir de una obra del género. Recurre a tonterías como la del piso 13 para equiparar superstición y creencia en seres divinos, o a disparates como afirmar que los Neandertales a pesar de su enorme despliegue científico no tenían alfabeto pero si sistema decimal (¿cómo acumulaban conocimientos para sus sucesivos despegues tecnológicos? nos preguntamos: agrego una contradicción o error garrafal de enfoque en la pág. 147 de HÍBRIDOS: …pero recordó que los neandertales leían de derecha a izquierda, no de izquierda a derecha). Ambas ideas son típicas: atribuye prejuicios a los personajes para someterlos e impedirles que crezcan, buscando equilibrios sin tomar en consideración las dinámicas homeostáticas para satisfacer el ego —que supone diminuto— del lector y empatizar con él. No puede evitar caer en la tentación de dorarnos la píldora con su versión del Gran Hermano en el cap. 14 de HÍBRIDOS para acogerse al beneplácito de quienes gustan de los reality shows.
Con frecuencia sus personajes son desagradables no por lo que hacen (explicado por al autor) sino por las motivaciones reales que los impulsan (hurtadas por el autor) verbigracia: diseña un científico muy avanzado en lo técnico pero muy atrasado en lo ético, ya que mantiene separadas las verdades de creencia de sus reglas de juego (tal y como nos dicen que debe ser) obteniendo la incoherencia habitual de comportamiento (así casi siempre resulta) pero cuando lo analizamos brota la hipocresía del planteamiento, por ejemplo: siempre concurre un atractivo interlocutor pacato obsecuente con las posiciones pasadistas de la iglesia católica, semejante a la actitud de Orson Scott Card respecto al LIBRO DEL MORMÓN. 
 En el cap. 19 de HÍBRIDOS llega a sugerir que la religión forma parte de las mutaciones de los gliksins para excusar la ausencia de fe en los barast, una terrible gafe porque nos niega de plano a agnósticos, ateos y budistas la capacidad de mutar, lo que nos convierte en monstruos, en el 25 asume que todos transitamos por un estado de éxtasis religioso, confundiéndolo con el misterio espiritual en que podemos participar, al estilo del nirvana; tampoco nos embutimos el camelo de la renunciación, tras manipular los genes del órgano de dios subsiste persistente la sensación de existir un excesivo interés en quedar bien frente a las posiciones oficiales de la iglesia; si el enfoque asumiera que a los científicos los devasta la pasión, la cual traza el derrotero de sus investigaciones y hallazgos, aceptaríamos sus acciones, no importa cuales, porque no habría gazmoñería oculta.

No obstante, el poder debatir sobre temas que seguirán actuales, que continuarán vigentes en los próximos lustros, le obliga a que su arco temporal sea exiguo al igual que el espacial, colocar las peripecias en Canadá no lo torna nacional, Sawyer respira sujeción a USA y sus corporaciones en cada descripción que acomete, como paladar que traspasa las fronteras cuánticas pone de prototipo la repugnante Coca Cola y las dañinas hamburguesas de McDonald, o sea los barast terminarán adorando la comida basura, globalizando el mal gusto y presentando ese gusto por la mierda como lo deseable para ambos universos. Uno desconfía y no puede menos que pensar y proyectar: ¿Se nos ocurre: Cuánto habrá recibido de la Kentucky Fried Chicken?


Tales odiosas aproximaciones al capital y al poder convierten sus textos en una mezcla que parece más thriller que ciencia-ficción embutido en un manual de divulgación con sabor a telenovela venezolana. Modelo al canto: ¿qué necesidad existía de que violaran a la doctora Mary? La del marketing, para ubicarse frente a una lacra reprobándola y lograr la empatía del público. Que intente manipularnos así, nos mantiene alejados del agrado al leerlo y más bien nos arroja en brazos del disgusto. Entonces, ¿porqué aproximarse a un manipulador que presenta seres incomprensibles y más allá de la redención so capa de protagonistas cotidianos? Quizás porque se lee fácil y rápido, y eso es ya un valor agregado apreciable. También por que debemos discutir con aquellos que le revientan fuegos de artificio y señalar porque creemos que más que literatura es una gran maniobra comercial que posee los suficiente atributos para elegirlo en la canasta de compras y agrupar seguidores.

Juega para las graderías, a algunos ofrece un bosquejo deslumbrante donde acopla la ciencia más reciente (con los consiguientes errores: asigna a los bonobos 95% de similitud en el ADN cuando las investigaciones más recientes lo elevan a 99,2%) con las formas de comunicación habituales, a otros proporciona la idea o el concepto reaccionario adecuado con las frases precisas para sentirse interpelado y aceptado. Y eso lo metamorfosea ante muchos, transitando de perito de la exposición múltiple de motivos (lo cual no se discute, sobre todo crematísticos, hay tics irremediables que así lo demuestran: en el cap. 43 de HIBRIDOS nos insiste en que la casa es de Reuben Montago en cuatro ocasiones) en autor inteligente capaz de multiplicidad y por lo tanto idóneo para codearse con los mejores (aunque tal categoría sea mera facha.

Habrá hasta quienes le atribuyan profundidad filosófica al abordar concepciones elevadas como muerte, religión y género, pero borrado el ruido de los diálogos queda desnuda la opción pervertida de la obediencia. Tras una leve elevación de lo rebelde culmina estrellándolo y castigándolo para rubricar mejor su opción ideológica. O lo trata en forma blanda y complaciente buscando réditos, como la relación lésbica entre Mary y Bandra.


Respetamos a muchos carcas como Vance, porque nunca nos trata de envolver y engañar, por eso con frecuencia en nuestro fuero interno clasificamos a Sawyer como un vendedor y no como un escritor. Sin embargo, de inmediato retrocedemos y no dudamos, argumentamos que sólo un excelente escritor es capaz de suscitarnos tanta indignación y en simultánea mantenernos estimulados para continuar la lectura aunque discrepemos, entonces de nuevo recordamos las técnicas y mecanismos bestselleros y recordamos que Tom Clancy es similar a Sawyer y volvemos a reducirlo a mercachifle. 

Veamos, su propósito es hacernos tragar sapos acaramelados de carne retrógrada, pero en divergencia con quienes pontifican, distingue con cuidado la inflexión, el momento y la frecuencia para intoxicarnos y mezcla con evidente e innegable sabiduría instantes que se quieren electrizantes (el del primer coito de Mary con Ponder), evita describirlos emotivos con graciosas palabras, sino prefiere una descripción casi clínica del acto. En general, los segmentos correspondientes a explicar la relación entre una gliksin (sapiens) y un barast (neandertal) con frecuencia resultan trillados y poco relevantes para el tratamiento de las peripecias.

La cuestión sería: ¿lo recomendamos? La respuesta instantánea sería nunca, pero si te lo tropiezas y empiezas, querrás acabarlo, porque tu indignación crece al comprobar que alguien con una visión de mundo que debería fracasar al tratar de transmitir lo mismo en que otros fracasan, te resulta legible y atractiva, lamentas entonces que esa virtud de narrar se desperdicie en alguien reprobable desde la ética, y tu frustración requiere entonces establecer cuales son los parámetros de dicha atracción, sin negar lo que eres o aquello que te caracteriza, aunque no te obligue a cuestionarte, si toca una campanada de alerta en tu conciencia.

Su capacidad de mimesis es asombrosa, suele exhibirse como un renovador, y es tal su facilidad de asumir ese rol, que a sabiendas que trata de engancharnos a su carro y engañarnos logrando que tiremos por él, que comulguemos aunque sea por un instante con la versión reaccionaria de las teorías que agita, persistimos por que torna el relato ameno y dinámico y por que esa insistencia es valiosa, ya que procediendo de la orilla contraria a la nuestra debate con furioso ímpetu y logra interesarnos. De nuevo retorno a Orson Scott Card como arquetipo. Con ingenio letal insiste una y otra vez sobre las ideas que despliega como la gota en la piedra, y nivelando con constancia ofrece suficiente objetividad, para engañarnos tras su máscara, verbigracia: propone continuar rezando aunque abandonemos el catolicismo porque no lleva a cabo las reformas necesarias para la ciencia del siglo XXI (cap. 36 HÍBRIDOS)


A pesar de su indudable encanto, del montón de ideas novedosas que presenta poco más o menos que en cada capítulo (en el 39 de HUMANOS: a la implosión de la biosfera ocasionada por la catástrofe ecológica surge simétrico el marchitarse de la conciencia, aunque ligada al geomagnetismo – especulaciones así revelan su fase creativa, lástima de la ideología que lo acompaña y de la vehemencia con que intenta captarnos para el lado preservador del grupo de poder), de lo coherente y sugestivo que parece al inicio ese mundo Neandertal nostálgico y ambientalista que nos ofrece (y que luego se desvanece cuando muestra sus datos científicos de tal manera que terminan apuntando a la reivindicación de aquellas teorías con más rancios fundamentos) no llega a convencernos.
A pesar de que nos conduce con cautela a las emboscadas que ha preparado y a que ejecuta su ejercicio con cierta sutileza: ya que no se lanza en abierta confrontación con un manduco para demoler las posiciones contrarias, donde se atrincheran los detractores del status quo, los opositores a los bloques de poder corporativos, su tarea es leve, poco más o menos que impalpable, socava un poco por aquí, un poco por allá, hasta que considera que el acumulado de carcomer puede actuar como un campo de torsión y confecciona con soltura su jugada de persuasión porque el ablandamiento previo debe dar resultado. Y esa habilidad lo convierte en alguien leído tanto por los que gustan de sus manipulaciones como por aquellos que nos sentimos repelidos y repulsados.
 Recordaremos para ilustrar la sensación expuesta la conversación entre Mary y Louise en el capítulo 42 de HOMÍNIDOS, en apariencia se presentan los dos lados de la querella sobre la indeterminación cuántica del universo (multiverso) y de repente se salta a través de los trilobites a suponer a los animales autómatas biológicos sin voluntad y sin capacidad de bifurcarse al predeterminar su existencia, clava así su pica en el corazón de la teoría de Everett y se aferra a la versión Copenhague, asumiendo que su argumento simple es suficiente para liquidar el debate y que el multiverso es una tontería. 
Prologa su reflexión en el cap. 41 de HÍBRIDOS al aceptar el multiverso, pero… ligado a la aparición de la conciencia de los sapiens (conciliando los extremos y recordándonos el debate de Carl Sagan sobre el tema) quienes surjan luego serán subalternos a nuestra especie.
 El asco que me despiertan tales razonamientos manipuladores, se equipara al que sentimos cuando los fundamentalistas religiosos se agarran al diseño inteligente, o cuando los vitalistas rechazan el azar, el caos organizado y la indeterminación, quizás por que quien no percibe o no desea comprender los mecanismos acumulativos, los saltos inesperados y la dialéctica compleja que los interrelaciona en el proceso evolutivo es muy probable que caiga en las circunvoluciones del vitalismo o del diseño inteligente. Astuto recurre a Penrose, no en las antípodas pero si lejano a la posición que desea defender, eligiendo justo la frase que apuntale su querencia (aunque Penrose la expusiera por motivos distintos a los de su uso en los párrafos del capítulo referido).

A través de la estructura social de los Neanderthal se aproxima a apoyar la propuesta católica acerca del sexo sólo para procrear, y con la manía de publicitar marcas: gafas Foster Grats, bolsas de patatas Miss Vickie’s con sal marina y vinagre de malta, Kodak, Xerox, Bausch & Lomb (si los del escándalo de los lubricantes oculares) etcétera, apuntala la propaganda de las empresas capitalistas, cuyo hábito no le abandona y no pierde ocasión en exteriorizarlo, ni queda duda de que modelo alienta cuando señala que USA posee la constitución más fuerte del mundo y que el ideal para cualquier dimensión cuántica es el del libre intercambio, si quieren revisar su adhesión a la OMC acudan al cap. 21 de HUMANOS donde quema incienso en su altar, claro que con su funambulismo peculiar de inmediato va seguido de una manifestación de solidaridad de los Neanderthales, que regalan a la humanidad las patentes de sus inventos, evento que se esfumará y disimulado será como una herida indolora de la cual nos enteramos al desangrarnos. Existiendo múltiples posibilidades siempre escoge la más conservadora, y lo peor es que la presenta como aquella que naturalmente (no culturalmente) preferirían los humanos.
 Como político manipula la historia, en ese mismo capítulo tras una engañosa loa a Vietnam del Norte arroja una generalización que oculta el enorme movimiento antisistémico contra dicha guerra, expresado no sólo en los hippies y que en forma excelente representara Milos Forman, otro extranjero, en su musical Hair. También encubre el hecho de que muchos de los fallecidos en los combates odiaban la guerra en la que participaban y que la mayor parte del tiempo, para soportarla se encontraban drogados. Selecciona lo que profiere y traza una exégesis empalagosa de los sucesos tal que termina bendiciendo la intervención USA en el sudeste asiático.
 En el 22, Mary y Ponter discuten a cerca de la divinidad, Sawyer juega con las estadísticas y con la articulación del discurso para que Boddit termine aceptando la verdad incontrovertible: Dios existe y hay que rezar para que el ciclo de muerte se rompa. Luego en el cap. 8 de HÍBRIDOS con habilidad plantea que así como Lo imprevisible nos parece irresistible, la comunicación con Dios debe tener fallas, si conseguimos invariablemente lo que pedimos, terminamos por aburrirnos, la posibilidad de no ser escuchados es lo que mantiene la fe, si agregamos la perla la conducta de la mayoría nunca es una locura en la misma página, podemos ligar ambos apotegmas con justificaciones a las políticas republicanas, pero asimismo a las nazis.
 En fin, a riesgo de repetirnos diremos que su ficción mana con desenvoltura y no demanda brío para seguirla, nos empuja y si captamos su intención cada página se transfigura en repulsiva muestra de las auténticas motivaciones que lo animan, y no es por las ideas en si, ya nos referimos a Anderson o Vance como ejemplos cimeros de ciencia-ficción que recomendamos a todos, no estaremos de acuerdo con sus ideas políticas pero gozamos con su faena literaria hasta sentirnos cerdos (acaso por que su coito es prolongadísimo) mientras que frente a Sawyer vacilamos, no a compartirlo, a fin de cuentas cada cual lee lo que apetece, sino a recomendarlo, ya que ¿vale la pena tragarse ideas horribles envueltas en sus técnicas bestselleras para que sean más palatables… y quizás hasta digeribles? Si, es así de insidioso, te adormece para luego propinarte un mazazo a mansalva, dedica su talento a convencernos, ni siquiera los pánfilos de los Testigos de Jehová se atreven a tanto.
 Leerlo se transforma en gimnasia de paciencia, advertir las trampas éticas con que nos embosca deviene estimulante, colisionar con la suficiente trasgresión que nos endilga para engancharnos pero nunca la suficiente para cuestionarnos espolea, y trata en ocasiones que una oleada de nauseabundo sentimentalismo bien colocado pase desapercibida para luego dispararla contra nosotros, ya que esas maniobras apuntan a reforzar la filosofía conservadora implícita que llevamos dentro, pero puedo actuar en consecuencia y extraer enseñanzas claves, como ocurre cuando espectamos un film fallido, nos quedamos hasta el fin y aprendemos; aspecto valioso a destacar, al increparnos nos desafía y el reto de ese juego, si accedemos es acompañarlo a la conclusión.
 La sociedad barast es de control extremo, va más allá de lo pergeñado por Deleuze y Guattari, no obstante se enseña con bastantes elementos como para volverla agradable, acaso para que las ruedas de molino de la propaganda política se deslicen gaznate abajo; así, si la aceptamos, es un paso para aceptar también los rigurosos controles anticonstitucionales que la administración Bush dispensó sobre la población USA, aunque la novela ocurra en Canadá, no debemos olvidar que el ojo de Sawyer (es probable que asimismo su corazón y su mente) está cuando escribe mirando a Estados Unidos; por eso, no puedo dejar de pensar que debe ser amigo dilecto de Bush, y tenerlo al descubierto con el trasero al aire (en sentido ideológico y nunca como insulto) me convierte en mejor persona puesto que del mismo modo colocamos en esa posición ridícula a Bush y a los republicanos.
Para ilustrar acudí a Yahoo y Google, me decidí por los Neandertales porque tras adjuntar las carátulas ellos eran la cereza en el pastel de la novela.

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