¿ENCUENTRO...
Con frecuencia el relato surge completo en mi cerebro como si se desenvolviera; otras veces lo visito asiduo, lo mimo, lo nutro y va tomando forma con lentitud y por fin hay otros con los que ando a la greña y apenas si los termino, este es uno de los primeros; me encanta conservar las suficientes pistas tecnológicas para enganchar con los avances de investigación actuales y enfrento a dos seres que ya de por si estaban conflictuados, y en eso creo radica lo que aporta, la incomunicación prima sobre cualquier otro sentimiento a la manera de Stanislaw Lem.
(Los créditos de las imágenes son de "Game God of War"; Michael Jaecks; Eduardo Luis Vásquez; Linus Douche; www.deviantart.com/thebandito/gallery/; Adrian Kleinberger; Pascal Blanché; en el orden que aparecen, excepto los dos de cierre de los cuales no conseguí datos de procedencia)
La desesperación me carcome, he dejado pasar un
porcentaje excesivo de mi encarnadura sin actuar, ahora la llanura se
extiende ilimitada y se han extinguido los ecos de los compuestos
orgánicos que identifican a mis congéneres en los sensores.
Corro el
riesgo de perder no sólo el cuerpo sino la reinserción en la
colectividad, mi grupo de bajada debe estar convencido que no me ha
sucedido percance alguno y que debo aportar 15 unidades de muestras al
cierre del período de exploración.
Los accidentes ocurren y los
protocolos apuntan a remediarlo, pero hay demasiadas ocasiones en que lo
programado es invadido por el virus de la impredecibilidad y se
desmorona sin remedio.
Muevo mis seis espéculopatas con puntas metálicas
reforzadas para terrenos pedregosos, elevo mi cuerpo medio para que los
sensores craneales tengan acceso a la información que se derrama desde
los cielos y me lanzo a un trote que pueda llevarme a intersecar alguna
de las pistas que mis afines han trazado.
Reflexiono y me susurro que soy el fruto de una
herencia, moldeada con dedicación espartana y esfuerzo, plasmada en
rutinas, creencias y emociones que constituyen el humus sobre el cual
nos rediseñamos y moramos, incansables mientras renunciamos a las
carcasas y las reemplazamos tras cada festival sicalíptico de apareamiento y concepción.
Por tales motivos intensos y justificadores, observé
las pantallas incrustadas en la dermis de mis hombros delanteros con el
ocelo de leer, por las mismas navegaban paquetes de glifos, algunos
indicativos, otros sintetizando las condiciones ambientales y sus
proyecciones con porcentajes de acierto, pero ninguno comunicacional.
También surgía la data condensando mi ánimo en espesores de gracia y
disolución, la primera para sentirme identificado con la indagación que
me acucia y la segunda para evitar que ingrese en frenesí y galope hasta
el agotamiento o el avistamiento de figuras similares que me tranquilicen.
Si ocurre lo
segundo no alcanzaré a trasmitir mi organización ceremental (capas cuánticas de memoria) y mi huella
se disipará, mi olor se extraviará y la colectividad se empobrecerá, debo
mantenerme enfocado en la primera para extraer inferencias y si tengo
que perecer, enroscar en un receptáculo de tejido conectivo lo sustancial y
algunas de las ecuaciones derivativas que navegando en las pantallas permitan paliar la pérdida.
Eso si, no existe motivo, para que por la sensación de temor y soledad, se dispare la llamada
que nos permite transitar de la forma neutra exploradora a la forma
sexuada de existencia colmenar, ya que los recursos de los cuales
dispongo abarcan apenas un abastecimiento temporal y muy precario —que
se reforzaría en el punto de encuentro y entrega de muestras—, donde
solo cabe canalizar los residuos en el momento preciso para grabar la
duplicación a la cápsula y poder ser transferido.
Mientras troto recuerdo que quedé anonadad@ por el
resplandor que emitió la criatura antes de caer fulminada, fue de una
belleza espectacular. Recordaba los programas de emisiones gaseosas
coloreadas que expelen las encarnaduras juveniles por los orificios de
las espéculopatas, cuando compiten en la dupla de enervarse y
emparejarse de su primer apareamiento oficial, con jocosidad y
persistencia (así los espermatozoos se mantienen activados y las
uterinas receptivas) El desplome del ser esplendente eludía su contenido
erótico pero reforzaba el existencial, y aunque anduvo silencioso en
vibraciones recuperables por sensores fue resonante en implicaciones
subetéreas y el impacto sobre la emoción devino potente.
El suceso me inmovilizó, penetrado por la tristeza
transmitida quedé transido y extenuado, casi apagado; por eso ahora la
consternación me acicatea y trazó planes para encontrar la ruta de
salvación —o por lo menos un sitio para transmitir la ubicación donde
puedan extraer mi cinta vital—aún si lo logro tendré que justificar la
ausencia de las 15 unidades de muestra, pero cuando describa ese momento
especial de la extinción luminosa de un ser sentipensante de este
planeta (que nuestras revisiones instrumentales daban por deshabitado)
me rehabilitaré, tendré un neoolor que incorporar, quizás por los datos,
el del postrer superviviente de un sistema planetario… lo que creo que
coexistirá valorado como ambivalente e impedirá mi promoción a una
duplicación sucesiva de encarnaduras, será mi actitud de disparar primero y preguntar después.
***.
Lo veo y no lo creo, fuegos artificiales cruzan por la
estratosfera, parecen vehículos de reentrada, mecanismos de yo-yo
espacial para auscultar las vastas planicies estériles en que
convertimos este planeta, ya antiguo cuando lo descubrimos, más viejo
aún cuando lo colonizamos y ya vetusto cuando decidimos abandonarlo, sin
embargo las discrepancias entre dos formas distintas de abandono,
representativas de los dos intentos de persistir en sus estepas,
patrocinadas por empresas distintas —muy biológica la una, en exceso
mecánica la otra—, se precipitaron en combates con armamento tan
eficientes y ultrapoderosos que el único que sobrevivió de los equipos
de cierre fui yo, por encontrarme en visita espeleológica profunda.
Mi supervivencia se ha arrastrado por un par de
milenios gracias a los diversos sistemas de soporte vital que rescate de
los restos de ambos grupos y las existencias de néctares alargadores
trasegados sin clemencia. No me provoca risa aquello en que me
convertido, rechino y emito datos en multifrecuencia y diferente
soporte, se acumula un exceso de entropía en mis envejecidas
articulaciones y redomas incrustadas o colgantes, que puede convertirse en dramático
el día que se disipe.
Me dirijo hacia las coordenadas donde apuntó una
de las lanzas luminosas, lugar que está bastante cerca de mi refugio, y más
rápido de lo que presumía me tropiezo con uno de los nuevos visitantes,
semeja un cangrejo centauro metalizado y encerado, repleto de tatuajes y
cuerdas, le llamó la atención alzando mis extremidades y...
(914 palabras) Créditos
Comentarios
Publicar un comentario