Fábulas de una Abuela Extraterrestre de Daina Chaviano y su apuesta por la complejidad



Podemos arrancar señalando que este comentario se publicó en Velero25 en el 2006 y no se ha renovado el análisis y que Daína continua confeccionando delicadas fantasías y creando simultáneamente un preciso andamiaje de CF, en cada línea existen a su vez un manojo de posibilidades y es la voluntad creadora de la novelista quien las colapsa al estilo del experimento con el Gato de Schrödinger, 


tanto que cuando la publique por fin, tras dejar atrás la adolescencia, se supone debe ir acompañada en el mundo real de descubrimientos teóricos sobre los mecanismos que hacen funcionar el universo. Casi podríamos colocar de subtítulo al comentario: "O como la multiplicidad en la estructura de FAE inaugura la teoría de la complejidad en la CF cubana".

Un puñado de creaciones de altísima calidad poética, sensibilidad creativa y ensueño desenfrenado, mezcladas con claras teorías científicas e intuición a porradas nos ha entregado Daína a lo largo de las dos últimas décadas y media:
  • Mundos que amó, los (Premio David 1979)
  • Amoroso planeta 1983
  • Historias de hadas para adultos 1986
  • Fábulas de una abuela extraterrestre 1988
  • Abrevadero de los dinosaurios, el 1990

  • Hombre, la hembra y el hambre, el (Premio Azorín 1998)
  • Casa de juegos 1999
  • Gata encerrada 2001
  • País de dragones 2001
  • Isla de los amores infinitos, la 2006

Su peculiar ruta la ha llevado de ser la niña mimada de la CF cubana a finales de los 70’ y principios de los 80’ a convertirse en la escrutadora de una Habana secreta y fantástica que ha ido desentrañando en cuatro de sus cinco últimas obras (la otra está dedicada con cariño a los dragones y los niños, mito que colisiona con testimonios vitales).

FAE se despliega por tres carriles planetarios paralelamente (Faidir, Rybal, Tierra), con palabras preñadas de la emoción del descubrimiento, con un rico lenguaje poético e indudable espíritu épico va fertilizando de elegancia la puesta en escena, surge el humor en los instantes adecuados, nos acompaña fresca imaginación a raudales: a momentos su narración parece líquida, es como un río selvático separado por islas en tres ramales, y sabemos que llegará el momento de la confluencia y entonces los misterios se resolverán, pero aunque nos deslizamos veloces por sus páginas tampoco deseamos avanzar rápido para que perdure; una dinámica caracterización de sus personajes (en torno a los cuales se arraciman y se organizan los conflictos gracias a la recurrente invasión de los sueños y los pases mágicos) a los cuales permite crecer y madurar ante nuestros ojos embebidos; además se juega por entero en las ocurrencias y no nos niega información ni nos sorprende con impactos inesperados, ya que cada capítulo cierra con una maravilla o una revelación, ese es uno de los puntos en que se nota de inmediato su prosapia latinoamericana, lo que importa no es lo que oculta sino la capacidad de mantenerlo más allá de las narices del lector aunque no dude de mostrarlo. No tiene problemas en exponernos paso a paso de donde proviene su material, casi didácticamente pero sin cancaneo y con variaciones en la reiteración, la manera tan eficaz de armarlo y disponerlo para lograr un efecto similar al encantamiento es lo que termina por seducirnos.

El andamiaje es complejo pero desdoblado mediante mecanismos limpios, sin trampas, a partir de los cuales se va deduciendo y encontrando. Uno se desliza fácilmente sobre las peripecias que van trazando los tres arcos argumentales, que cual tarimas móviles van retroalimentando cada uno a los otros dos en la medida que se asimila lo entregado mutuamente. Expresado así, puede parecer un galimatías, pero Daína nos lleva con guía segura a través de los sucesos y sale indemne del torrente de dificultades con que se tropiezan sus héroes y heroínas, en esa serie de bucles temporales que se generan en un multiverso determinado por leyes y constantes que sobrepasan lo que conocemos, pero no lo que imaginamos. Por eso brindamos un cuadro:
Faidir Tierra Rybel
Grupo explorador, proveniente de un alter ego planetario de la Tierra, se divide, los que se quedan se convierten en los terribles jumene que aterrorizan a los aborígenes zhife por varios siglos, los que se marchan se accidentan y sólo la astronauta Arlena sobrevive para aterrizar en Rybel
Ana, la adolescente cubana que relata (alter ego de Daína), alimentada con una especie de pre-visión, avizora lo que devendrá y en cierta forma al imaginar los eventos, los desencadena, mientras que vive embullada con sus amores adolescentes, sus estudios y su creciente clarividencia
Lugar de encuentro de Arlena con Merlin, que fue arrebatado de la Tierra por usar los dos objetos mágicos delegados por su maestro y recibidos por un misterioso zhife en un momento magnético apropiado en Stonehenge. Rybel será sacudido por asonadas y rebeliones del grupo de poder sacerdotal para apoderarse de ellos y arrebatárselos a Merlín y los silfos
No obstante, los participantes son graficados con diferente intensidad, los jumene en sus tres variantes (tume, kajle, delje) nunca son descritos y cumplen con una función muy determinada, pero no dejamos de pensar que son impostados, al igual que los silfos, una especie de duendes, quienes sólo aparecen un momento para cumplir otra función; los zhife son seguidos en sus desplazamientos, en su vida cotidiana, asistidos y explicados, se acumulan datos y tradiciones para diversificarlos y para eso nadie mejor que la abuela zhife; los estudiantes cubanos que nos son propuestos como modelo de comportamiento, reciben atención pero paradójicamente son los menos intensos y creíbles (a ellos no les suceden acciones relevantes), pero sus vínculos no están exentos de humor y las dos amigas (Ana y Rita) poseen la suficiente pasión para impulsar sus convicciones a pesar de la presión grupal y de los desencuentros, ambas son marxistas, pero no ortodoxas sino militantes contra la mediocridad, el pancismo, el convencionalismo o el conformismo, no disculpan la ignorancia existiendo posibilidades de combatirla ni la pasividad cuando hay tanto por hacer, sobre todo Ana, que como protagonista especular de la abuela zhife exige a los demás lo que se exige a si misma.

Desde el inicio se desnudan los interconectes y madejas de comunicaciones significativas que subyacen a través del sueño, las visiones y las investigaciones, los experimentos (ouija, escritura automática), las emociones (amor, coitos, torpezas juveniles) y los rituales (esferas de visión mágica, las fórmulas, las palabras y frases que por su sonido pueden desbaratar una situación e iniciar otra), las prácticas telepáticas y de vuelo, los viajes (túneles de gusano en la espuma espacio-temporal cuántica), las ceremonias de pasaje que ejecutan los personajes (tanto los adolescentes cubanos de los 70’ como los zhifes alados con tres ojos y tres bocas, o la astronauta extraviada), acercándose gracias a una combinación que posee la suprema gracia de los aderezos de un chef cordon blue, a la definición de Dan Sperber de mito y recuperando de la cascada de ruido que suele desbordarnos cuando nos aproximamos a los fenómenos señalados (teoría de la información de Shannon), la indagación exacta que nos ponga en perspectiva, por eso puedo afirmar sin dudas que la CF que escribe Daína se parece a ella, es hermosa e inteligente.

La documentación científica que sirve de base y se usa para apuntalar la historia es lo más avanzado de 1988, aún ahora poco más o menos dos décadas después continúan vigentes muchos de esos aportes, está presente lo mismo Maturana y Valera que Prigogyne, la teoría de sistemas de von Bertalanffy que la ciencia del caos de Benoit Mandelbrot, y sin embargo, la difusión de algunos de esos textos estaba lejana en el primer lustro de los 90’, con lo cual pareciera que el entorno en el cual se crea la novela estuviera atravesado por similares mecanismos que los relatados. (por ejemplo en la página 111: “Veo la vida como un todo” en un contexto semejante al aserto ambiental de la ecología profunda de Leonardo Boff: “Todos somos seres cósmicos”)

Exquisita y equilibrada maneja los elementos del relato con soltura y los solapa en los puntos justos para provocar las consecuencias buscadas. Siembra sugerentes imágenes e ideas a lo largo de los capítulos, los nutre un poco aquí y un poco allá con aluviones de ideas y acontecimientos hasta que repentinamente nos enteramos que deambulamos entre parras y frutos en sazón. Experimenta con el texto para otorgarle significado y contenido a la disposición de las letras en la hoja, para que casi desborden el habitual diseño editorial (quizás ya está “in nuce” la idea del hipertexto en su mente), y así el universo cuántico, la espuma temporal y las singularidades derivadas de los agujeros de gusano recorridos mentalmente, se convierten en bellos paisajes gracias al manejo lingüístico que los colma. Lectura fecunda, de sección en sección va tejiendo densas redes correlacionantes, tantas, que uno oteando desde la página que va leyendo no logra discernir con que van asombrarnos o a estremecernos al cierre del próximo capítulo. Sensación que demuestra el cuidado, dedicación y cariño con que Daína armó y elaboró su material, como juega con la información y la va colocando con audacia, para que lo sabido unido a lo venidero asome como algo novedoso, que logra a pesar de los aprietos de reservarse aspectos esenciales en una exposición límpida y amena, para mantener la expansión de lo desconocido.

También hay que señalar que los párrafos introductorios de James Fraser (La rama dorada) y de Vladimir Mezentsev (Enciclopedia de las Maravillas) con que se abren las páginas del libro consolidan la apreciación anterior, ya que por el uno señala la aproximación existente entre las visiones mágica y científica (recuérdese para reforzar el efecto anterior la tercera ley de Arthur Clarke:
Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia) y el otro las facultades potenciales que la humanidad puede aún expandir y desenrollar (relacionado con la primera ley de Clarke: Cuando un viejo y distinguido científico determina que algo es posible, probablemente está en lo correcto. Cuando determina que algo es imposible, probablemente está equivocado). Ese será el derrotero de la historia que nos ofrece, el del asombro y la percepción ampliada, ya que su apuesta colida con la segunda ley de Clarke: La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse hacia lo imposible). Como si supiera a poco, recurre a presentar un multiverso al estilo de Hugh Everett, horadado por galerías oníricas que pueden ser recorridas gracias a la intuición y el sueño, y donde se imbrican por lo menos dos de las burbujas propuestas por la Escuela de Cambridge, así que no sólo es multidimensional sino que deviene abierto. 


Quizás por ese puñado de referencias y otras más que surgen a medida que leemos las peripecias de los personajes sirven para considerar a esta novela apasionada, hipnótica y dinámica ya un clásico de la CF hispanoamericana.

© Luís Bolaños; 06-10-06.
 Atendiendo al pedido de mi querido amigo Hugo Rengifo, he depositado en el mensaje que expresan las carátulas de las obras de Daína, el arte de Ciruelo Cabral y las selecciones de Pinterest la elección de las imágenes que acompañan esta reseña.

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